02 marzo 2010

EL MAGDALENIENSE












Cromagnon comenzaba a estar arrepentido de su osadía; separarse del grupo no había sido prudente, pero necesitaba sus momentos de introspección.

Últimamente sentía que sus congéneres lo miraban raro, quizás tuvieran razón y en efecto fuese un tipo raro, pero lo que en realidad era desconcertante es que lo dejaban hacer, se sonreían y lo dejaban hacer. Sí, era una situación curiosa.

Aquella mañana, un hecho fortuito iba a cambiar su vida. De entre la alta y jugosa hierba sobresalía una hirsuta melena pelirroja que a su juicio bien podría ser de un león. Cromagnon tragó saliva y se pegó lo más que pudo al suelo, no fuera que el monstruoso félido diera con él, era demasiado joven para palmar.

Hacía ya bastante rasca para estar cuerpo a tierra, y por otra parte no se apreciaba ningún movimiento significativo, por lo que Cromagnon, con la prudencia que le había sobrevenido a consecuencia del susto, alzó la cabeza -ni rastro del depredador- de un salto se puso en pie y ¡qué horror! allí estaba otra vez el pelucón acercándose a él a buen paso.

En aquellos momentos no supo identificar sus sentimientos –era un ataque de angustia, pero eso lo sabría treinta y cinco mil años después-. Estaba paralizado y por su estrecha frente se desmoronaban unos grandes goterones; se enjugó el sudor y miró a su adversario, y entonces aprendió una lección: no hay que engañar al ojo, puesto que el ojo se engaña solo, ¡por favor! si debajo de la melena estaba la cosita mas bonita que había visto en su vida, era una chati.

Como quedó escrito para siempre, ella tomó la iniciativa: Hola ¿qué haces aquí solo?, nunca había visto a uno de los tuyos solito –saludó.

Si, bueh, es que me dejan hacer, ¿sabes?, soy como si dijéramos el rarito del grupo –respondió-. Mme llamo Cromagnon, ¿y tú?

Los amigos me llaman Neandithy y también soy la rarita del grupo, que bien ¿no? –respondió encantada la pelirroja-, y solo porque busco materiales como tintes, óxidos, tierras, bueno es un poco complejo de explicar, también estudio la naturaleza, el flujo de las manadas, la dinámica del movimiento, el manejo de la perspectiva, la volumetría, el tratamiento de los colores, y después hago garabatos en la cueva que gustan mucho ¿y tú a que te dedicas?

-¿Eh? pues a lo mismo –contestó alucinando Cromagnon-, a lo mismo, a lo mismo.

Aquella hermosa mañana dos corazones juntos fundaron la Escuela Magdaleniense de Bellas Artes, eran dos artistas plásticos de fuste, pero eso lo sabrían treinta y cinco mil años después.

Victoria Gil Arregi

4 comentarios:

  1. Como casi siempre, las sociedades avanzan gracias a los "raros". ¡Bienvenidos sean!
    Mertxe

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  2. Muy bueno, divertido y entrañable. Me encanta como metes expresiones como chati, rasca...
    Me ha gustado mucho.
    !Vivan los raros¡

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  3. Ligero,fresco y cargado de humor; los antropólogos, después de esto, deberán corregir su opinión de la superioridad mental del cromagnon.

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  4. Ja, ja, jaaaaaa... Es genial el lenguaje. La primera vez sorprende (era demasiado joven para palmar)y parece que no lo asocio con la Prehistoria. La segunda ya me ha entrado la risa(allí estaba otra vez el pelucón). Y con la chati ya ha llegado la carcajada. Me lo he pasado muy bien. ¡Qué vivan los raros!¡Queremos más, Victoria!

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