23 marzo 2010

Fragmento del discurso de Miguel Delibes al recibir el Premio Cervantes (1993)









… si la vida siempre es breve, tratándose de un narrador, es decir de un creador de otras vidas, se abrevia todavía más, ya que éste antes que su personal aventura, se enajena para vivir las de sus personajes.

Encarnado en unos entes ficticios, con fugaces descensos de las nubes, transcurre la existencia del narrador inventándose otros "yos", de forma que cuando medita o escribe, está abstraído, desconectado de la realidad. Y no sólo cuando medita o escribe. Cuando pasea, cuando conversa, incluso cuando duerme, el novelista no se piensa ni se sueña a sí mismo; está desdoblado "en otros seres" actuando por ellos. ¿Cuántas veces el novelista, traspuesto en fecundo y lúcido duermevela, no habrá resuelto una escena, una compleja situación de su novela? Tendrá entonces que producirse en la vida particular del narrador una emoción muy fuerte (el nacimiento de un hijo, la enfermedad o la muerte de un ser querido) para que este estado de enajenación cese, al menos circunstancialmente.

Pero esos otros seres que el creador crea son seres inexistentes, de pura invención, mas el escritor se esfuerza por hacerlos parecer reales. De ahí que mientras dura el proceso de gestación y redacción de una novela, el narrador procura identificarse con ellos, no abandonarlos un solo instante. El problema del creador en ese momento es hacerlos pasar por vivos a los ojos del lector y de ahí su desazón por identificarse con ellos. En una palabra, el desdoblamiento del narrador le conduce a asumir unas vidas distintas a la suya pero lo hace con tanta unción, que su verdadera existencia se diluye y deja en cierta medida de tener sentido para él.

La imaginación del novelista debe ser tan dúctil como para poder intuir lo que hubiera sido su vida de haber encaminado sus pasos por senderos que en la realidad desdeñó. En cada novela asume papeles diferentes para terminar convirtiéndose en un visionario esquizofrénico. Paso a paso, el novelista va dejando de ser él mismo para irse transformando en otros personajes. Y cuando éstos han adquirido ya relieve y fuerza para vivir por su cuenta, otros entes, llamados a ocupar su puesto en diferentes obras, bullen y alimentan en su interior reclamando protagonismo.

Éste ha sido, al menos, mi caso en tanto que narrador. Pasé la vida disfrazándome de otros, imaginando, ingenuamente, que este juego de máscaras ampliaba mi existencia, facilitaba nuevos horizontes, hacía aquélla más rica y variada. Disfrazarse era el juego mágico del hombre, que se entregaba fruitivamente a la creación sin advertir cuanto de su propia sustancia se le iba en cada desdoblamiento. La vida, en realidad, no se ampliaba con los disfraces, antes al contrario, dejaba de vivirse, se convertía en una entelequia cuya única realidad era el cambio sucesivo de personajes.

Pero este derroche de la propia vida en función de otros, no tenía una compensación en tiempo. Es decir, cuando yo "vivía por otro". Cuando vivía una vida "ajena a la mía", no se me paraba el reloj. El tiempo seguía fluyendo inexorablemente sin yo percatarme.

Sentía, sí, el gozo y el dolor de la creación pero era insensible al paso del tiempo. Veía crecer a mi alrededor seres como el Mochuelo, Lorenzo el cazador, el viejo Eloy, El Nini, el señor Cayo, el Azarías, Pacífico Pérez, Gervasio García de la Lastra, seres que "eran yo" en diferentes coyunturas. Nada tan absorbente como la gestación de estos personajes. Ellos iban redondeando sus vidas costa de la mía. Ellos eran los que evolucionaban y, sin embargo, el que cumplía años era yo. Hasta que un buen día al levantar los ojos de las cuartillas y mirarme al espejo me di cuenta de que era un viejo.

En buena parte, ellos me habían vivido la vida, me la habían sorbido poco a poco. Mis propios personajes me habían disecado, no quedaba de mí más que una mente enajenada y una apariencia de vida. Mi entidad real se había transmutado en otros, yo había vivido ensimismado, mi auténtica vida se había visto recortada por una vida de ficción. Y cuando quise darme cuenta de este despojo y recuperar lo que era mío, mi espalda se había encorvado ya y el ácido úrico se había instalado en mis articulaciones…

3 comentarios:

  1. Precioso. Miguel, has atravesado la frontera, pero no estás lejos, tus escritos, reflexiones, novelas permanecerán para siempre. Pienso que en vida no ha sido reconocida toda tu valía, ¿por qué no el Premio Nobel? Para mí, tienes muchos más méritos que otros que sí han sido premiados.
    Tu obra, excelente. Tu persona,esa sencillez y humildad que siempre te ha acompañado merecen aun mayor admiración. Estarás siempre con nosotros. Mertxe

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  2. Yo hoy diré remedando a su arcangel ¿Quién como Miguel? Siempre nos quedarán sus páginas y su imagen de hombre bueno. (Aquí podemos escuchar su discurso)

    http://www.cadenaser.com/cultura/audios/discurso-miguel-delibes-recogida-premio-cervantes/csrcsrpor/20100312csrcsrcul_8/Aes/

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  3. Supongo que tiene que ser un consuelo irte y saber que dejas atrás tantas palabras tuyas que no se pueden borrar y que seguirán contando tus historias, aunque tú no estés.

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