05 mayo 2010

Aroma a garnacha



















En silencio, desde la profundidad de las entrañas austeras de la tierra, ha emergido una cepa de vid acompañada de otras. Sus dedos con formas flamígeras están acariciando el aire, impregnándolo de aromas invisibles, dormidos en la pulpa de los granos de la roja garnacha con vocación de mil nombres.
Más tarde, cuando el sol ha desnudado la oscuridad de la noche, se han despertado perezosas llevando a sus espaldas las gotitas brillantes de rocío nocturno para calmar la sed del camino, y sin prisas han acumulado fuerzas alimentándose de los abrazos terrosos portadores de sensaciones escondidas.
Y cada grano de piel tintada ha robado desde la profundidad de la tierra los aromas que durante su efímera vida desparramará como una lluvia de perfume.

Cuando al fin su manto se ha tornado suave morado, alguien con olor a sudor retenido ha cortado sin compasión el racimo, y las garnachas maduras, resignadas, han llorado en silencio el fin de su vida.

Los vendimiadores han pasado de largo, ajenos a los aromas atrapados, solo han visto las hojas de parra caducas del otoño repetido de siempre y los granos apretados unos contra otros para quitarse el miedo.
Desde allí han pasado por oscuros laberintos, hasta que sus lágrimas han rebosado las cubas de roble añejas y las jóvenes cisternas de acero.

Después de mucho tiempo, cuando han regurgitado su historia, se han vestido de etiqueta exhibiendo su origen.
Ahora sí, ahora su voz de múltiples tonos y matices, ha llegado de su largo viaje con recuerdo y aroma a almendra y avellana tostada, a tierra húmeda, a regaliz, a frutas silvestres del campo, y más.
Y un día importante de alguien, sus gustos atrapados en vidrio verde han eclosionado con orgullo ante los ansiosos paladares y olfatos atónitos de los humanos ajenos a su vida.

En silencio, igual que las tierras donde nacieron, han despertado la memoria del olfato y de sabores ancestrales, y una vez más han perfumado las cavidades bucales, evocando recuerdos dormidos en el olvido, trasmitiendo sensaciones que dan cuerpo a aquellos aromas que fueron amasados entre la raíces de sus cepas.
Así, como siempre ha sido, la garnacha roja de suaves tonos morados espera en el limbo arenoso, recogiendo los viejos sabores para, de nuevo, crear los aromas tangibles que su siguiente generación regalará al mundo de los sentidos.




Miguel Artola
Abril de 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario