05 mayo 2010

EN ALGUN LUGAR DE AFRICA

















Existe un lugar en el planeta que es real. Y se que es real, porque yo vivo en él.
Ahora mi nombre es Kibianky, y cubro mi cuerpo con el barro rojizo de esta tierra. Aunque no siempre fue así.

Era noche de iniciación. Los hombres del poblado danzaban susurrando cantos hipnóticos alrededor del fuego para despertar la voz de los espíritus. Esperaban el nacimiento del que estaba destinado a ser su nuevo guía, Godana, que significa chico. Se iniciaba una nueva era.

Dentro de la cabaña, sobre un colchón de juncos, mamá Yumma empujaba agitada por la fiebre. Hice todo lo que pude, pero mi medicina de libros y mi instrumental quirúrgico no fueron suficiente. Cerré los ojos de mamá Yumma, y limpié de sangre el cuerpecito de Godana, que no dejaba de observarme.
Es difícil de explicar, pero tuve la certeza que Godana y yo acabábamos de encontrarnos después de haberlo hecho antes en otras vidas. Y eso que, hasta aquella noche, mi yo occidental había jurado e incluso defendido la existencia de una única vida.

–Es una niña –anuncié cuando salí de la cabaña con Godana entre mis brazos.

Al retirar la piel de animal que cubría su cuerpo desnudo, los hombres dejaron de danzar y el silencio se escuchó alrededor de aquel fuego. Nadie se movió; los niños, los ancianos y las mujeres se mantuvieron sentados en el suelo, formando el mismo círculo inalterado alrededor de los hombres, que ahora permanecían de pie, quietos junto al fuego.
Pero la voz de los espíritus ya había despertado: truenos y relámpagos se estrellaron contra el cielo haciendo rugir a la lluvia en bendiciones por el nuevo nacimiento.

La mujer más anciana del poblado alzó sus brazos hacia la lluvia, y gritó asante -palabra con la que dio las gracias-. Ella misma fue la encargada de entregar a Godana a los hombres, que cumplieron el ritual de marcar el brazo izquierdo de su guía con tres ascuas encendidas en señal de purificación.

Aquella noche, cuando recogí a Godana entre mis brazos, me fue transmitido un mensaje: debía esperar a que la guía estuviera preparada para compartir una importante misión con ella. Así fue como olvidé lo que hasta entonces yo había sido.

Conchita Burillo Julián.

No hay comentarios:

Publicar un comentario